Sanlúcar de Guadiana - El enclave

que se empleó es el que correspondía a la época, habiendo sido superados ya los modelos de transición de las torres-cubo para dar paso al trazado abaluartado. Así pues los portugueses repararon la torre nordeste mediante el adosamiento de un baluarte y defendieron la puerta de entrada mediante un tambor. También debe ser obra portuguesa la obra exterior de la plataforma artillera situada a poniente del castillo, para sí mejor batir el territorio a este lado ya que no existía batería intramuros en el costado oeste. La poterna que existe en el lienzo de poniente del castillo comunicando la plaza de armas con esta nueva batería podría pues tener su origen en este momento o, si fuera originaria del XVI como hemos apuntado antes, ver entonces muy reforzada su funcionalidad. Según nos dice el ingeniero Octaviano Menni en su informe de 1669: “El castillo de San Lucar […] es otro cuadrilongo con cuatro torreones, cuatro medias lunas, estrada cubierta y palizada, las cuales añadio el enemigo […] y un aljibe empezado por los Portugueses…” Por tanto los portugueses también trabajaron para rodear el enclave con un foso y su camino cubierto, aunque su parapeto se construyera con empalizada. Llama la atención la obra para el nuevo aljibe, lo cual nos indica la pobre funcionalidad del fuerte de San Marcos por entonces. Dicho aljibe debió ser distinto al medieval ya que en el siglo XVI se adaptó a la función de polvorín que hoy conocemos.

Al igual que en el resto de las plazas vecinas, hemos de esperar al reconocimiento que de los enclaves de esta frontera hiciera Martín Fovet en 1725. Atribuimos a este ingeniero un plano y la relación del territorio y la fortificación de Sanlúcar de Guadiana y de su vecina portuguesa Alcoutim. El fuerte de San Marcos nos aparece con las obras exteriores que levantaran los portugueses al final de la contienda del siglo anterior, pero también se observan algunas más alejadas, cierto que de poca entidad, situadas al nordeste y al suroeste y a media ladera del cerro, seguramente para descubrir las cañadas situadas a piede monte que no podían ser controladas desde la cumbre del cerro debido a lo abrupto del terreno. La escasa entidad que debieron tener estas defensas, acaso unos muros de piedra seca, ha hecho que no nos hayan llegado restos hasta nuestros días. Sí quedan restos de la ubicación del fuerte de la Talaya, de origen bajomedieval, elevado por entonces sobre una mota a media falda del cerro en dirección a la población, y que Fovet indica con precisión

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